“¿Cuánto tiempo debe dormir mi hijo?”,“¿Cuántas siestas debería tener de acuerdo a su edad?”, “¿Es normal que se despierte tantas veces durante la noche?” “¿Cómo logro hacer que duerma toda la noche sin despertarse?”; seguramente ésta y mil otras preguntas más han surgido en cientos de madres y padres que se enfrentan a diario a los hábitos de sueño de sus hijos durante cualquier etapa de sus vidas, muchos de ellos con muy poco conocimiento sobre las etapas del sueño, las necesidades numéricas del mismo y cómo nuestros comportamientos pueden influir en un sueño de buena o mala calidad, es por esto que es muy importante reconocer los buenos hábitos de sueño infantil y cómo se puede influir en ellos. Los profesionales de salud son de importante ayuda en estos casos.
Al dar una mirada a los ciclos de sueño, se reconocen dos fases, sueño MOR y No MOR (Movimientos oculares rápidos), cada uno de ellos con características únicas que interfieren en la calidad del sueño de nuestros niños. El sueño MOR, tiende a ser un sueño mucho más profundo, permite fijar conocimientos adquiridos durante el día y es donde se dan los sueños y pesadillas. El No MOR, ofrece cuatro fases, y es el que permite realizar un descanso físico mayor. Los ciclos de sueño oscilan entre estas dos fases y cada ciclo tiene una duración aproximada de 45-90 minutos usualmente. Seguido de cada finalización de los ciclos, continúan algunos despertares que por lo general son cortos y conectan con un nuevo ciclo de manera espontánea. Son estos despertares los que pueden arruinar la calidad de sueño de nuestros hijos.
Sucede que con cada despertar, el cuerpo debe reconocer las mismas condiciones con las que se quedó dormido previamente, lo que se conoce como asociaciones o muletillas del sueño como lo pueden ser: estar en brazos de la madre, tener un biberón, estar en la cuna, etc etc. Si cada vez que nuestros niños despiertan de sus ciclos de sueño, encuentran condiciones diferentes a las que se quedaron dormidos, les será muy difícil volver a conciliar el sueño, apareciendo el llanto como forma de llamar la atención para obtener las mismas condiciones previas a su despertar.
Es por esto que la higiene del sueño debe permitir el ambiente propicio para conciliar el sueño y mantener un equilibrio entre los despertares y la unión de los ciclos de sueño. Veamos un ejemplo: Marta es una madre de 23 años que tiene un hijo de 9 meses, cómo toda madre disfruta de su maternidad pese a que a veces se siente abrumada por muchas emociones y el cansancio físico, ha consultado porque pensaba que su hijo ya debía dormir toda la noche sin despertarse, había escuchado de sus vecinos y familiares que la cuestiones del sueño eran difíciles hasta los 6 meses. Así que esperó y esperó, pero ahora a los 9 meses, la situación se ha vuelto insostenible y nadie duerme bien en casa, pues su hijo se despierta 8 veces en la noche y siempre llora. Marta se siente exhausta, frustrada, siente que ha fallado como madre ya que no sabe cómo brindar apoyo a su hijo para dormir bien, y por ende ella tampoco ha descansado. ¿Les suena familiar?. Al interrogar a Marta, nos contó que siempre duerme a su hijo de la misma manera: lo alza, le da lactancia materna de su seno, lo arrulla, y cuando ya se ha quedado dormido en sus brazos, lo pasa a su cuna, espera unos minutos para ver si se despierta y abandona la habitación cuando ve que no se ha despertado, y así hace cada vez que su bebe se despierta, una y otra vez, hasta que amanece y debe continuar su rutina diaria. ¿En dónde está el problema? Marta no es mala madre, ni mucho menos negligente, de hecho atiende muy bien al llamado de su hijo cuando lo necesita, el problema es realmente la asociación o muletilla de sueño que tiene su hijo: solo ha aprendido a quedarse dormido si alguien lo alza, lo arrulla y da seno, al despertar, cuando todas estas condiciones han cambiado y no tiene control sobre estas, llora esperando que su madre acuda a su ayuda y restaure las mismas condiciones para poder dormirse. ¿La solución? Reentrenar las condiciones de sueño de su hijo, con paciencia, amor y confianza.
Cómo el caso de Marta, existen cientos de ejemplos. Desde objetos, horarios, a situaciones que, como padres, creamos pensando en condiciones ideales para la conciliación del sueño, pero que a largo plazo se vuelven insostenibles e interfieren en la calidad de sueño que obtienen los niños. La importancia de obtener un sueño de calidad y duración óptimas, radica en que durante el sueño se produce hormona de crecimiento, la cual ayuda de forma significativa el proceso físico y de neurodesarrollo de los niños, así como servir de proceso restaurador de energía y fijación de conocimiento aprendido durante el día. Si no obtenemos este tipo de sueño, tendremos niños fácilmente irritables, con bajo rendimiento escolar, dificultades en la relación con sus pares, entre otros problemas de crecimiento.
Dado lo anterior, conocer los hábitos que influyen en la calidad del sueño de los niños, las necesidades en tiempo del mismo, y cómo podemos influenciar en el mismo, es de vital importancia para fortalecer su desarrollo. Recordemos que cada niño es único, las cosas dentro de sus pequeños mundos están en constante cambio y por ende lo que ayuda a unos no necesariamente ayudará a otro. Por eso si se desea conocer particularmente todas las condiciones que afectan el sueño de su hijo y trabajar en ellas para asegurar su crecimiento físico y emocional, no dude en consultar con su pediatra de confianza, recuerde que juntos, padres, hijos y pediatras, estamos constantemente construyendo vidas mejores para estas pequeñas personas en desarrollo.
Pediatra
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